viernes, 22 de junio de 2007

Crisantemo


Se le veía caer tan hermosa como blanca, aunque en esos momentos de terrible dolor y melancolía, solo sería capaz de apreciar la belleza e inocencia de esa criatura de Dios, un sujeto que se encontrara fuera de esa nube de pesimismo, de esa penumbra sentimental; por supuesto que en mi caso preferiría asumirme como un sujeto agasajado con el don del extrañamiento, aunque a los efectos de mi beneficio, independientemente de la gran perdida que este suceso significaba para mí, definitivamente yo era considerado un extraño a esa sombra de dolor que acechaba este momento। Pero la realidad era una sola y mientras se recitaba ese último poema ante aquel recuerdo despojado de la vida, no entiendo cómo, ni por que razón, mi conciencia se encontraba abstraída en el eterno recorrido de ella, la más blanca, la más bella, la metáfora de mi poema, ese último poema a la vida que sentí como único, distinto al de ellos, al que irrespetuosamente me atreví a catalogar de insulto, de mentira, de falso sentimiento, de amor sin entrega, de frívola apariencia.


En fin lo sentía distinto, descuidaba el dolor de mis amigos, de mi familia; y eso me dolía, desgarraba la yaga de mi hermano, a la cual yo aferraba mi dolor tratando egoístamente de quitarle el suyo, queriendo evitar que se liberara de los lazos que ingenuamente pensé lo ahogarían, mientras que en realidad, lo ataban a un amor sublime।


Después, casi sin apreciarlo; mientras yo disfrutaba de mi atracción por ella, detrás de la realidad que me acechaba; de una manera difusa, como con un lente mal enfocado te vi a ti; y como suele pasar entre nosotros estabas viviendo una realidad distinta pero paralela। Me sentí la otra cara de una moneda, la que al arrojarla al aire como pidiendo un deseo cae boca abajo en el fondo de la fuente y disfruta el calor que del sol recibe su otro yo.


Alí seguía ella, pura e intocable, como suspendida en la atmósfera, precipitándose hacia el suelo tan lentamente que por un momento perdí la noción de realidad, al punto que todavía hoy, meses después de este momento, no se cuanto tiempo pasé absorto viendo caer esa flor blanca y distinta de las demás, única y especial; mi flor. Entonces entre un instante y otro me vi allí, pasándole al que me seguía en la cadena la penúltima corona que yo había de pasar, pero eso no logró afectar mi sintonía con ella, por eso antes de dejar el cementerio, mantuve para siempre el eterno reflejo de sí.

Fosforera Nacional


Algo tan sencillo como llegar a una reunión a la que no se está invitado, pero que siempre se es bienvenido porque algún conocido del amigo que conoce a la vecina de la dueña de la casa está invitado, puede resultar terrible para Sebas. Definitivamente la timidez de Sebastián inmovilizaría incluso a ese tipo de tipos –redundancia valedera, y no simplemente por decir “valga”- que sin ningún pudor pueden cagar con gran desfachatez y educación en un baño cuya poceta no fue instalada pensando en sus nalgas. Sebas, ni sueña con cagar en ese o cualquier otro baño fuera de las puertas de su seguridad, y es que sólo allí consigue la tranquilidad de saber que sus cinco hermanos estiman está en todo el derecho de posar sus nalgas sobre la loza blanca y sin tapa de la vieja poceta de la casa.

El problema para Sebas no radica esencialmente en un problema de posaderas, pues por ejemplo, puede ocurrirle llegando a una de estas reuniones en las que siempre se siente bienvenido más nunca invitado, que al entrar en el saloncito donde los invitados conversan gratamente sobre temas que más que aburridos le son simplemente ajenos, constate que a la única persona que alguna vez conoció entre los comensales es también, por ejemplo, la que ha decidido sentarse exactamente en el amplió sofá, de tres o cuatro puestos, que se encuentra también exactamente en el punto opuesto en lejanía a la situación geográfica de su cara de imbécil en la puerta del salón.

Semejante necedad, puede ser el comienzo de un suplicio, la sonrisa de Sebas no sabe disimular la gran incomodidad que le produce la ambivalencia de acercarse o no a saludar a esa niña con la que jugaba de niño, porque nuestros padres son amigos Joaquín, que evidentemente –piensa Sebas- debería acordarse de mi, pero si ella nunca fue introvertida porque no sonríe, hace una seña, porque no le da al pobre Sebas la tranquilidad de saberse reconocido antes de acometer la terrible empresa de atravesar los tres metros y medio que entre sillas, sillones, mesitas de té y sofás, lo separan del ayer o el mañana, según desde donde se vea, y que por cuestiones de educación debiera y pudiera ser hoy.

Sebas recoge su largo brazo contra el abdomen e introduce disimuladamente los huesudos dedos de su mano izquierda en busca de una cajetilla de cigarros que recuerda haber guardado en el bolsillo izquierdo del rancio pantalón. En efecto, allí se encuentran los cigarros y la caja de cerillas. Incertidumbre. Será ésta una casa de fumadores. Los ceniceros, ellos son la respuesta. Tan abstraída es la búsqueda de algún cenicero que los anfitriones se acercan a ofrecerle un trago a Sebastián y a preguntarle si pueden servirlo en algo más. Sebas todavía con la mano izquierda en el bolsillo, hace un gesto con su mano derecha, como diciéndole a Mariela y Javier que no se preocupen, que todo está bien, que por ahora no necesita ni desea beber nada, y que muchísimas gracias por su atención. Mariela, hermosísima le recuerda que está en su casa y le informa que si desea comerse algo que por favor no dude en avisarle, pero que si de bebidas se trata, entonces tienes que hablar con Javier, Sebastián, porque en esta casa el departamento de bebidas es dirigido, administrado y hasta consumido por mi queridito esposo. Carcajada general, Sebas se siente miserable, quizás si hubiese aceptado el trago que tan gentilmente le ofrecieron sus anfitriones –no por invitación mas si por recibimiento- ese comentario estaría sellado en los hermosos labios de Mariela. Joaquín atraviesa el saloncito cual santo en procesión y se sienta muy gratamente a conversar sobre esos temas que nunca podrá hablar con Sebas, pues su querido amigo jamás ha sabido qué opinar en cosas de etiqueta y sociedad.

Han transcurrido exactamente cincuenta minutos y Sebas sigue de pie apoyado contra el marco de la puerta con su brazo izquierdo estirado hasta el fondo del bolsillo. En la reunión se habló sobre la tendencia política del bloque latinoamericano de países. Sebas no se atrevió a opinar. Después se comentaba sobre la boda de la Nena Contasti. Sebas no entendió la conversación. Ya después Sebas no supo de que hablaron, estaba abstraído acariciando la cajetilla de cigarros en su bolsillo. Al lado de la escultura que se posaba sobre la mesita demasiado robusta para ser de té, pero con sus tacitas y jarritas de plata, alcanzó a divisar un hermoso cenicero de cristal dentro del cual no había rastros de puchos.

La desesperación aumentaba, si hay un cenicero es esperable que se fume y el mismo sea utilizado, cómo es posible que nadie lo haya utilizado, será que no hay un solo fumador en esta reunión. Pero coño el era un fumador, o será que no debía incluirse en las probabilidades de atreverse o no a fumar. Maldita sea, Joaquín todavía no ha fumado, qué espera, hasta cuándo seguirá seduciendo a la esposa de Omaña. Tanto habla que no le da tiempo de fumar.

En mitad de la crisis se arrancó Mariela con una sandez sobre la libertad de la que disfrutaba el continente después de la caída de los regímenes militares de derecha. Se cagó la jaula. Que no me vengan a hablar de libertad mientras padezco mi tímido síndrome de abstinencia, y menos aún si las palabras salen de los labios de mi adorada Mariela. Quién le dijo que la izquierda vivía en el Country Club, qué carajo importará si el régimen es de derecha o de izquierda, lo que quiero es terminar de fumarme el bendito cigarrilo.

Sebas no podía más, empezó a sudar y la franelita que llevaba puesta era amarilla. Comenzaron a transpirar sus axilas, sentía las gotas de sudor bajando por la sien, disimuladamente las secaba con la manga derecha de la franela. Sus axilas no podían disimular. Era obvio. En la mitad de la crisis de temblores decidió que se trataba de una situación de nicotina o muerte. Después de cincuenta y cuatro minutos desenfundó la mano izquierda del bolsillo, muy asustado y envalentonado de inusitada prepotencia se llevó el cigarrillo a la boca, sentenció: Ustedes jamás sabrán lo que es la libertad. Fosforera Nacional.

Una profunda bocanada sucedió su grave afirmación. Sebas no tenía la menor idea de qué había querido decir con esa intervención. Coartada de una bocanada.

jueves, 21 de junio de 2007

Un musiú al otro lado del charco


Cómo anda todo? Escribo para contar sobre mi vida de este lado del charco y en esta cosa rarísima y tan sobrevaluada que se ha dado por llamar Reino Unido. En primer lugar, nada mas paradójico que el cuento del Reino Unido, pues obviando a los nacionalistas vascos, creo no haber visto nunca una asociación tan desunida como la del Reino Unido. En este negocio cada uno anda por su lado y entre escoceses, ingleses e irlandeses, no encuentran nada que los aglutine salvo, en el caso de escoceses e irlandeses, la poca simpatía que sienten y proclaman por sus amigos-enemigos-y-te-aguanto-porque-no-me-queda-otra: mis queridos conciudadanos ingleses.

No tengo la menor idea de a dónde fueron a parar los tan bien mercadeados gentlemen ingleses, pues por la calle es simplemente imposible conseguirse a alguno de estos señores sumamente educados y cordiales, a menos claro está que se trate de algún sumamente amigable señor irlandés, escocés, o de cualquier otra nacionalidad. Por supuesto, como en toda regla siempre es posible hallar una que otra agradable y memorable excepción, así sea con el único pretexto de confirmarla, pero la verdad es que en el tiempo que llevo por estos lados, he hecho un montón de amigos, pero solo uno de ellos es inglés e imagino que nuestra amistad se debe a que su familia maneja valores sumamente parecidos a los nuestros. En pocas palabras, se quieren, se preocupan cada uno por el otro y se abrazan cuando se saludan.

Inglaterra es un país de gente realmente poco y mal educada, estos tipos tienen una educación que hace ver buenos modales en la mascota de cualquier casa de familia venezolana (vgr. Mis perros al lado de los ingleses son todos unos gentlemen). El malandro de Beckham es algo así como un Dios por estos lados y resulta realmente gracioso ver mares de niños, adolescentes y señores-estoy-un-poco-viejo-para-la-gracia, vestidos exactamente igual a como se viste el intragable jugador y con el inefable y vergonzoso cortecito de pelo. Pero si hay algo realmente positivo que decir sobre Inglaterra es que esta gente cree firmemente (menos que los holandeses, pero en definitiva de eso algo tienen) en que cada uno tiene el soberano, natural y sagrado derecho humano de hacer lo que le saga del forro siempre y cuando no moleste a los demás; por eso y debido a la necesidad de sentirme a gusto y coherente dentro de los grupos sociales, cada vez que me consigo una mareada de niños-adolescentes-y-señores-francamente-ridículos con aspecto muy Beckham hago como si ni me hubiese enterado y sigo con cara de despistado por la vida. Exactamente -y al pie de la letra- sigo la misma receta cada vez que me consigo a dos o tres mujeres vestidas con uniforme escolar, corbata y liguero que parecen salidas de una película porno para pederastas, pero que al parecer es la última moda para las niñas de pueblo en Inglaterra que los fines de semana se acercan a beber (mucho y con mezclas de pésimas calidad) y bailar (peor y arrítmica y embriagadamente) a los pueblos importantes con el sueño de conquistar a algún chico universitario que las haga salir de la eterna clase obrera a la que fueron predestinadas desde antes de su nacimiento.

La verdad es que la estoy pasando sumamente bien (a pesar del antro donde vivo del cual hablaré mas adelante) y gozo un mundo en mis paseos de importante y profundo análisis sociológico que me hacen añorar y adorar cada día más el desnalgue de República Bananera y Bolivariana desde nuestra CRBV en que me tocó nacer y vivir y al que definitivamente espero volver cuando finalice mis planes de estudio.

Una cuestión que me ha llamado muchísimo la atención, es el hecho de que si no me equivoco en Inglaterra a la universidad llega únicamente algo así como el tres por ciento de la población. Ahora bien, en cuanto a los estudios básicos y secundarios la cosa cambia radicalmente, pues como el partido laboralista cree firmemente en la igualdad social, los ingleses tienen dos tipos de colegios, aquellos en los cuales es necesario presentar un examen de admisión y aprobar los cursos (los colegios que nosotros conocemos) y una especie de escuelas bolivarianas (claro que estas tienen mucha mas clase porque son British, no faltaba más) en las cuales cualquiera tiene derecho a estudiar y puede pasarse once años de su vida perdiendo el tiempo literal, inútil y muy primermundialistamente para salir convertido en bachiller con un nivel incluso inferior al de cualquier exalumno del colegio Los Álamos (Princesa, no lo tomes a mal, tu cuentas como del La Salle. Por favor tampoco se molesten los del La Salle por la Princesa).

Cuando la gente me pregunta en el trabajo, en mi casa, o por la calle que a qué me dedico, he decidido renegar como San Pedro y optar por decir simplemente que soy un backpacker (traducido al español: un tipo sucio que trabaja en cualquier cosa con tal de viajar por el mundo y fumar mucha mariguana) pues simplemente me harté de ver a la gente reírse cuando contestaba que era abogado y que entre mis planes se encontraba hacer un Ph.D. en Políticas Publicas Latinoamericanas en el Latin American Center de Oxford University. Estos tipos simplemente no pueden entender que un abogado trabaje como mesonero y más que eso, lo que no pueden entender es que no sea millonario y maneje al menos un BMW. Para mis compañeros de trabajo, no existe tal cosa como el placer de estudiar y dedicarse a la academia, en su cabeza solo entra la posibilidad pasar unos años como estudiante obteniendo todo de tipo de descuentos, para salir de la universidad y ser millonarios en muy poco tiempo.

No obstante todo lo anterior, debo confesar que la experiencia ha sido positiva, pues aunque confieso igualmente que si hubiese hecho las cosas como suele hacerlas la gente y hubiese planificado mi estadía en Inglaterra asistiendo regularmente a clases muy caras de inglés, seguramente terminaría mi estadía con un nivel de inglés más parecido al necesario para afrontar estudios de doctorado en la universidad más antigua del mundo. Pero que carajo, que me quiten lo bailado, y además pasando trabajo como he estado pasando por estos lados he podido conocer mucho más de cerca la vida del ciudadano inglés de a pie; es decir, algo así como el 80% de la población. Quizás por eso no me iré tan enamorado de Inglaterra como toda la gente que conozco ha venido organizadamente a hacer un curso de inglés, o quizás si, pero en definitiva creo la experiencia será un poco distinta y además un poco más parecida a mi estilo.

Nunca pensé que iba a llegar a Oxford en Inglaterra para hacer un gran grupo de amigos musulmanes. Tenía la idea de que por cuestiones culturales jamás podría entenderme (por más tentadora que resulte esa costumbre) con un tipo al que le está permitido casarse con cuatro mujeres distintas. Sin embargo, para mi sorpresa, lo que opinan estos tipos es que resulta sumamente complicado (sin hablar del costo económico) tener cuatro esposas y con una les llega y les sobra; eso si son machazos e infieles porque a pesar de todo lo que hablan sobre la igualdad y el respeto, ellos nacieron así y se follan a quien sea necesario para probárselo diariamente.

En lo que a mí respecta, volví a las andadas y una vez más tengo barba, el pelo largo y me visto muy liberalmente como me da la gana, lo cual me permite entre otras cosas ser muy amigo de todos los borrachos y homeless del pueblo que -en honor a la verdad- son unos borrachitos muy hediondos pero encantadores y comiquísimos. Entre la colonia adolescente-muy-sifrina-y-sin-cara-de-chicanos que llegaron de México a estudiar inglés durante el verano tengo fama de drogadicto atroz y mala compañía, razón por la cual imagino que tendré que bajar un poco hacia Sudamérica para hacer amigos en español o seguir con la tribu de musulmanes (muy machos pero muy buenos amigos), surafricanos e italianos que me besan más a mi que a las mujeres pero también son gente encantadora. Se me olvidaba, la razón por la cual me gané esta fama de persona non grata entre los chicanitos de lujo que veranean en Oxford, se la debo a mi querida madre que a pesar de mis continuas súplicas y explicaciones de que una caja de cigarros en este país cuesta al cambio un poco más de siete mil bolívares, se negó a enviarme con mi tía un cartón de mis tan deseados y queridos Belmont. Y es todita y entera su culpa de que sea considerado un drogadicto en Oxford, y me refiero a niñitas muy respetables hijas de políticos y banqueros casi todos ellos relacionados con el PRI por lo que pudo explicarme un amigo pintor mexicano que se gana la vida haciendo tatuajes de Henna en la Corn Market Street (equivalente al bulevard de sabana grande, pero por supuesto con mucha más clase porque es british), pues ante la crisis económica en la que transcurre mi vida de hacedor de sandwiches y conversador fastidiosísimo con clientes que quieren su maldito sándwich y rápido, me he visto en la necesidad de comprar tabaco y papel de enrolar (sin olvidar que también compro filtros, para seguir sintiendo que lo que fumo son cigarros) y me he dedicado a pasar horas tratando de hacerme un cigarrito (Mi familia y compañeros de colegio pueden dar fé que toda la vida logré aprobar con las justas Educación para el Trabajo por una mezcla de lástima y consideración docente y una suerte de simbiosis con mi amigo José Andrés Diaz, de quien yo me beneficiaba porque era realmente prodigioso trabajos manuales y que me aceptaba en el grupo porque yo siempre estaba dispuesto a hacer una maqueta que le sacara la piedra a Matute o al profesor de turno). Justamente en ese sufrimiento de hacerme un maldito cigarro andaba yo cuando se me acercaron un grupo de niñitas mexicanas bien con un promedio de edad de 18 años a las que había conocido dos o tres días antes cuando vinieron a preguntarme una dirección que yo debía conocer porque un tipo con tu aspecto y sentado en la calle leyendo como un imbécil con el frío que está haciendo debía conocer íntegro Oxford y sus alrededores, por ser una especie de vago con mal aspecto que estaba condenado a vivir en las calles de un pueblo tan aburrido. De eso me enteré por los comentarios que se hacían unas a otras (en español por supuesto) mientras yo les explicaba con un esforzado acento british que no tenía la más mínima idea de donde carrizo podía estar su residencia para señoritas, pero que ante su total incapacidad para hablar un inglés entendible me ofrecía para acompañarlas a preguntarle al chofer de algún autobús cuál era el autobús más indicado para llegar a su destino, sin embargo la líder del grupo que como siempre era gorda, fea, peluda y prepotente dijo que no confiaba en el mariguanero de la chingada ese y que mejor paraban un taxi. No pude evitarlo y les contesté (ahora en español aunque todavía con acento British) que agarraran un maldito taxi que con la cara de recién bajadas del avión les iban a dar un tour por Oxford y sus alrededores para después dejarlas en su destino cobrándoles quince libras cuando hubiesen podido llegar a su residencia para señoritas por el módico precio de ochenta peniques. Después ante la carcajada general de las amigas de la gorda y su cara de odio traté de explicar que lo que estaba enrolando era simplemente tabaco pero era muy tarde, para estas niñas representé y sigo representando todos los peligros sobre los que fueron advertidas por sus padres antes de salir de México y actualmente cuando me las encuentro por la calles en grupo por supuesto (porque toda la gente que viene a estudiar inglés suele andar en cambotes de 8 o 9 personas en perfecto español) sólo una de ellas me saluda y sus amigos mexicanos un poco mayores de ellas suelen regañarla porque como vas a saludar a un tipo que esta sentado con Ana María (Anne Mary una borracha flaca y destruída por el alcohol de unos sesenta años de edad y unos cuarenta kilos de peso) y sus compañeros que tocan desafinada pero cordialmente una guitarra esperando unos peniques que nunca llegan de manos de los transeúntes. Cada cierto tiempo me da como cosita y les regalo yo una garrafa de cerveza, pero por supuesto siempre salgo despavorido porque con lo buenos que son seguro me convidan a una trago a pico ´e botella y ninguno de estos cabrones tiene dientes.

En el trabajo recibo hasta propinas (más por bicho raro que por el buen servicio) porque los clientes se sienten realmente incomodos frente a un tipo que esta sonriente mientras hace sandwiches y que además de saludarlos y preguntarles como los trata la vida, no para jamás de hablar sobre su bello país a pesar de las grandes cantidades de petróleo que yacen en el subsuelo, y como repite cual borracho que su país tiene los gobernantes que se merece pero que en Venezuela, a diferencia de otros, tenemos más petróleo del que merecemos lo cual pudiese asumirse como un atenuante de merecimiento de gobernantes o lo que sea. En definitiva que a Inglaterra me vine a mejorar mi inglés y si solo preguntara si quieren butter (borer como yo aprendí a pronunciar en la imperialista comodidad de un summer camp en los United States, o bota con la boca muy abierta al pronunciar algo tan irrelevante como la mantequilla en un bagel) solo hubiese aprendido a decir bota con la boca muy abierta, eso sí.

Este correo está quedando algo largo, y disculpe el que no le interese (bueno la verdad es que más que disculpar pudiera simplemente no leerlo y punto) pero como internet es tan caro ahora escribo los correos en mi casa y después voy a mandarlos a un ciber café, y hoy es domingo, tengo el día libre y me dio por escribir.

Paso de seguidas a contarles la parte fea de mi estadía en Oxford: Mi casa. Llegué inicialmente a casa de mi primos Santiago y Mariana y vivía como en todos los sitios a los que he mudado en los últimos meses, extremadamente bien y con lavadora y secadora, además. Sin embargo, llevaba ya tres meses viviendo arranchado en casa de amigos y familiares y ya comenzaba a necesitar un hogar que pudiese sentir mío y comencé a buscar un cuarto que pudiera alquilar en alguna casa compartida. Mi primo me ayudó a clasificar y reclasificar los clasificados según mis posibilidades económicas y en atención a cercanía y zonas mejores o peores para vivir. Fui visitando cada una de las casas que habíamos clasificado como posibles y resultó ser que a mi me clasificaron como posible candidato solamente dos personas; un argentino muy tracalero y una china que después me enteré (muy tarde por cierto) que era el ser más puerco que a través de siglos y siglos ha logrado parir la madre naturaleza. Aclaro, no me consideraron un candidato clasificable por la simple razón que negaba a firmar un contrato por un término superior a tres meses debido a mis planes de mudarme a Madrid a estudiar un Master, esa era la única razón. Llegué primero a la casa del argentino, donde vivían él, dos ingleses, una japonesa y una brasileña y me gustaba la ubicación de la casa y el tamaño del cuarto, sin embargo el sitio era bastante sucio, pero uno se acostumbra a todo (eso pensaba yo) y mientras mantuviese mi cuarto limpio, no necesitaba estar demasiado tiempo en las áreas comunes. Sin embargo, el argentino este de eme (no lo tome a mal mi familia en argentina, ha podido ser cualquier otro vivo latinoamericano, peor esta vez le tocó a Argentina el honor) me planteo un negocio que no me podía explicar por era a su vez parte de otro negocio con el resto de la gente de la casa (y por ello debía mantenerse en secreto) en el cual un cabrón (en este caso, YO) alquilaría la casa por dos meses pagaría un deposito equivalente a cuatro meses de renta y se subrogaría en el contrato por el argentino y la japonesa. Más que subrogarme el contrato, me estaría subrogando en la fortuna que estos le tendrían que pagar al land lord por los destrozos de la casa. A pesar de haber decidido retirarme por un tiempo del derecho, sigo siendo abogado, y ni en sueños habría aceptado esas condiciones para algún cliente mío, por lo cual muy respetuosamente mandé al argentino a lavarse el culo y seguí buscando cuarto.

Fue así como llegué a casa de la china de eme (si de mierda, y casi literalmente de lo puerca que es) y me tendieron una especie de emboscada, el cuarto me lo enseñaron con su inquilino adentro, un portugués muy sádico que había empapelado el cuarto con afiches porno, no es mi tipo de decoración, pero digamos que me pareció que podía vivir en un cuarto lleno de mujeres desnudas. En lo que atañe a la cocina, el chino novio de la china estaba cocinando y eso dío una pésima respuesta de mi parte a dos de mis interrogantes; i) Si el chino puede cocinar allí no debe ser tan puerca la casa, y ii) es producto de la acción de cocinar que la casa huela tan penetrantemente a comida china, pero evidentemente es algo pasajero. Craso error.

Como era la única opción y llevaba casi un mes buscando casa, pagué inmediatamente el deposito y el primer mes de alquiler y me mudé a la semana siguiente. Sorpresa, sorpresa: el olor continuaba (y todavía persiste) y la cocina era únicamente menos puerca que el baño en el cual hago lo indispensable y siempre de pie, y no me meto en la regadera con zapatos porque se me hace sumamente cuesta arriba enjabonarme los pies con los zapatos puestos. Yo pensaba que uno se acostumbra a todo, aunque ya no estoy muy seguro pues nunca pude acostumbrarme a la cocina y como religiosamente una vez al día pero en la calle y ni tampoco he podido acostumbrarme al baño en el cual me resulta imposible hacer número dos, razón por la cual me he acostumbrado a cagar diariamente en el baño del Mc Donald’s que queda en el centro del pueblo por ser este muchísimo más limpio que el mío. En conclusión que si se observa el asunto desde una perspectiva corporativa uno puede acostumbrarse a todo, incluso a cagarla diariamente en una transnacional.

No pretendo convencer a nadie de que soy feliz en mi casa, pero la verdad es que me alegra el día pensar en la gran cantidad de anécdotas que esta casa me dará para contar con whiskeys o cervezas de por medio.

En lo que atañe a mis house mates, la verdad es que poco o nada puedo decir de ellos, no los conozco y cada uno vive en su cuarto. El chino y la china siempre me piden que sea cuidadoso con hacer mucho ruido en las noches, no me explico cuál porque salgo agotado del trabajo y en cuanto llego apenas poso la cabeza sobre la almohada me quedo profundamente dormido. En todo caso, estos comentarios de gente tan rara y tan puerca no me molestarían, si no fuera por el hecho de que el único ruido que se oye en esta casa en las noches, son las sesiones-sexuales-poco-discretas-y-a-muy-alto-volumen que la parejita de chinos se pega al lado de mi cuarto para después decirme a la mañana siguiente que por favor tenga cuidado con el ruido. He llegado incluso a pensar que quizás todo es una confusión idiomática y que lo que en verdad hacen cada mañana es pedirme disculpas por las rimbombantes sesiones amorosas con que me deleitan en el cuarto de al lado.

A parte de los chinos (a los cuales odio, con un odio que tiene incluso ciertos componentes raciales y de pagan-justos-por-pecadores) comparten la casa un marroquí que no habla ni papa de inglés y lo único que hace es sonreír cada vez que me ve, con el agravante (porque en esta casa todo tiene sus agravantes, en vez de bemoles como el resto de las cosas) de que el muy degenerado no tiene ni un diente y enseña todo el día sus encías, y un inglés que no sé si es hombre o mujer o viejo o joven. Es la purita verdad, no tengo la menor idea de quién carajo es mi tercer vecino de cuarto, porque en esta casa a la gente solo la encuentras en el pasillo y de hola-cómo-estás nunca pasa el asunto. Lo que si es cierto es que sea cual sea de los cuatro ingleses que intermitentemente habitan mi casa ninguno de ellos tiene aspecto de gentleman o de señorita.

La muchacha que suelo encontrarme pesa aproximadamente unos doscientos kilos de los cuales la mitad deben írsele en unas tetas que jamás serán vistas encima de su cintura y tiene la desfachatez de vivir según una sesentosa política de no-al-sostén y camisitas blancas muy pegadas al cuerpo (porque a ella nada le queda holgado) que me han causado hasta el día de hoy más de una pesadilla de terror-erótico con violación incluída.

También me encontrado a un señor de unos 50 años de edad que por su aspecto me atrevería a afirmar que a sus veinticinco años hizo una promesa de no volverse a bañar o lavar su ropa. Este individuo trabaja como chofer de la compañía de autobuses. Esto lo sé no porque hayamos conversado sino porque en más de una oportunidad ha sido él el chofer del autobús en el que diariamente voy al centro de la ciudad y me devuelvo a mi casa.

Finalmente, está el único inglés que suele tocar la puerta de mi cuarto para conversar, este tipo es flaquísimo y de estatura media, y es una especie de versión inglesa del rapero Eminem pero mucho más drogadicto y con muchos más tatuajes en brazos, cuello y cabeza rapada. Por supuesto nuestras conversaciones nunca son tan largas y suelen resumirse a:
Eminem: May I come in?
Yo: Of course.
Eminem: Do you have some shit for me?
Yo: Excuse me? What shit?
Eminem: I need some crack or heroin.
Yo: Man, I don´t do that drugs.
Eminem: Ok, it´s Favio coming tonight?
Yo: No man, I told you yesterday that Favio doesn`t live here any more.
Eminen: Oh yes, I remember now.
Yo: Well, see you mate.
Emimen: See you Favio.

Y así, se repite cada dos o tres días nuestra conversación.

Bueno, no hay mucho más que decir, salvo que por estos lados la estoy pasando realmente bien, a pesar de mi casa, y que espero saber de ustedes.